INTRODUCCIÓN A LA PRÁCTICA PSICOMOTRIZ AUCOUTURIER (PPA)
(artículo publicado en
el nº 136 en la revista AULA ed. Graò)
B.
Aucouturier:
Especialista en psicomotricidad. Presidente fundador de la Asefop. Autor de
numerosos libros sobre la práctica psicomotriz. (Traducción: K. Homar.
Pedagoga. Formadora de la
PPA. Miembro de la AEC-Barcelona).
Algunos
conceptos básicos como referencia teórica
En los últimos veinte
años hemos ido elaborando y asumiendo algunas referencias teóricas para poder
transmitir con más coherencia nuestra práctica a los/as alumnos/as que se han
formado y se forman, en las escuelas de la ASEFOP[1],
para ejercer la práctica psicomotriz educativa y/o terapéutica como
profesionales.
Consideramos las
referencias teóricas no como una verdad absoluta sino simplemente como una
ayuda que permite superar la impotencia del/la psicomotricista frente a la
complejidad del comportamiento infantil y sentirse con la seguridad necesaria
para ejercer la libertad de pensamiento, de acción y de creación en la práctica
cotidiana.
El
concepto de psicomotricidad
en su acepción más amplia se refiere al desarrollo psicológico, a la
construcción somatopsíquica del ser humano en relación al mundo circundante
poniendo de manifiesto su complejidad.
Las experiencias
corporales en interacción con el entorno constituyen la base del psiquismo, de
las representaciones inconscientes, más arcaicas, y de las más conscientes.
La psicomotricidad ayuda
a comprender lo que un/a niño/a expresa de su mundo interior, por la vía
motriz, y también el sentido de su comportamiento.
El
concepto de fantasma de acción
permite comprender el sentido más profundo, inconsciente, de la actividad
infantil. Un fantasma de acción es una producción imaginaria, una ilusión, del
placer de la acción pulsional que nace de la relación madre-hijo/a.
Los fantasmas de acción
se forman alredor del sexto mes y a partir de ellos se estructurarán los
diferentes períodos de la evolución psicológica. Hay fantasmas de acción
relacionados con la absorción (fantasmas de devoración y de destrucción), con
la prensión (fantasma de apresamiento), con la movilización del cuerpo en el
espacio (fantasma de elevación, de vuelo, de caída, de balanceo, de envoltura),
fantasmas surgidos de la expulsión anal (fantasma de dar y recibir, de retener)
y finalmente los que surgen de la genitalidad (fantasmas de muerte y de amor).
Los fantasmas se ponen
de manifiesto a través de las actividades simbólicas y lúdicas del/de la niño/a
y le permiten distanciarse del malestar inevitable en toda relación con el otro
y especialmente de la angustia de pérdida del “objeto-madre”, referente del
amor.
Un concepto destacado en
esta teorización es el de angustias
arcaicas de pérdida del cuerpo que
se constituyen durante los 6 primeros meses: angustia de caída, de falta de
límites, de ruptura, de explosión, de despellejamiento...
Las angustias arcaicas
se van calmando gracias a la calidad del entorno del bebé durante el delicado
período de los primeros meses, pero si su intensidad perdura, se desestabilizan
las funciones corporales, inmunitarias, vegetativas y también las funciones
relacionales de prensión, equilibración, coordinación. La intensidad de las
angustias arcaicas limita la constitución de los fantasmas de acción y como
consecuencia el desarrollo psíquico. Por esto entendemos que muchos trastornos psicomotores de la
infancia pueden ser debidos a la permanencia de angustias arcaicas que no han
sido suficientemente contenidas por la calidad de la relación en los primeros
meses.
Otro concepto básico es
el de expresividad motriz,
“material” a partir del que trabaja el/la psicomotricista. La expresividad
motriz es el estilo tónicoemocional con la que cada niño/a actualiza los
fantasmas de acción a nivel simbólico, con un doble sentido, recreando el
objeto de amor y a la vez atacándolo, alejándolo o destruyéndolo para poder ser
él mismo. Por ejemplo cuando un niño se sube una y otra vez a una mesa, lo hace
evidentemente porque esta acción le produce placer, pero a nivel inconsciente
lo hace también para vivir el fantasma de acción de elevación que le permite
recrear a la madre provocándola a la vez para ponerla en dificultades y
alejarla de él.
Las alteraciones de la
expresividad motriz como la agresividad no simbolizada, la inhibición, las
repeticiones motrices o las repeticiones de juegos, la fijación
tónicoemocional, etc., son síntomas de dificultades en la relación originaria
inconsciente que han provocado la inseguridad en el bebé y que a su vez le limitarán
en el placer de ser él mismo.
Práctica psicomotriz
educativa y preventiva y práctica de ayuda con orientación terapéutica.
La base filosófica
centrada en la persona y la base psicológica centrada en la expresividad del
inconsciente por la vía motriz y las emociones son las mismas tanto en la
práctica psicomotriz educativa y preventiva como en la ayuda psicomotriz, pero
cada una tiene su identidad propia, su marco y sus estrategias de intervención
-
La práctica psicomotriz educativa y preventiva acompaña las actividades lúdicas de
los niños y las niñas; está concebida como un itinerario de maduración que
favorece el paso “del placer de hacer al placer de pensar” y proporciona
seguridad frente a las angustias. La práctica psicomotriz educativa se propone
a los/as niños/as desde el período evolutivo en el que HACER ES PENSAR hasta el
período en el que PENSAR es sólo PENSAR
EL HACER y más allá del HACER, aproximadamente hasta los 7 años. La escuela
infantil (de 0 a
6 años) es el lugar idóneo para ponerla en práctica; lo que no excluye que
los/as niños/as con algún retraso en su desarrollo psicológico puedan seguir
beneficíandose de ella, durante algunos años más.
-
La práctica de ayuda psicomotriz (terapia psicomotriz) se propone cuando se advierte alguna
discapacidad para la integración somatosíquica que limite los procesos de
segurización ante las angustias. Esta práctica psicoterapéutica tiene como
finalidad anclar el registro simbólico en el cuerpo y en los afectos de placer
a través de una relación interactiva entre el/la niño/a y el/la terapeuta.
La
práctica psicomotriz educativa y preventiva
Los
objetivos de
esta práctica se pueden resumir en:
-
favorecer
el desarrollo de la función simbólica (de la capacidad de representación) a
partir del placer de la acción y el juego;
-
favorecer
el desarrollo de procesos de segurización frente a las angustias de pérdida por
medio del placer de la acción;
-
favorecer
el desarrollo del proceso de descentración tónica y emocional, indispensable
para acceder al pensamiento operatorio y al placer de pensar.
Para poder alcanzar
estos objetivos hemos creado un dispositivo espacial y otro temporal que se ponen a disposición de
los/as niño/as en la sala de práctica psicomotriz.
El
dispositivo espacial
formado por dos espacios diferenciados:
- El espacio de la expresividad motriz con
un material apropiado para vivir los juegos de segurización profunda: de
destrucción, de placer sensoriomotor (trepar, saltar en profundidad, caer,
rodar, balancearse...), taparse, esconderse, de persecución, de identificación
con el agresor (el juego del lobo), y también los juegos de segurización
superficial: juegos de identificación parental o de identificación con
personajes imaginarios (de los dibujos animados) o de la vida social (artistas,
deportistas...). Durante la sesión el/la psicomotricista induce sin proponer
directamente y se ajusta a las acciones y a los juegos de los niños y de las
niñas favoreciendo tanto los juegos de segurización profunda como los de
segurización superficial. Propone torres para que las destruyan, lugares en los
que desequilibrarse, caer, esconderse y también un lugar para cuidarles o para
curarles después de los juegos de accidentados (el hospital).
El/la psicomotricista
ayuda a construir, a disfrazarse, a taparse, puede también regular el material
para evitar la confusión y puede reducir su utilización si estimula la
agresividad en el grupo.
- El espacio de la expresividad plástica y
gráfica. En este lugar los niños y las niñas pueden construir o dibujar
libremente. En este espacio la actitud del/la psicomotricista es sobre todo
maternante: aporta los materiales necesarios para la construcción, distribuye
las hojas o los lápices y sobre todo facilita que cada niño/a hable de la
historia del dibujo o de la construcción que está haciendo en lugar de que al
final diga solamente qué ha construido o qué ha dibujado.
El
dispositivo temporal.
En un momento de la
sesión se invita al grupo a pasar del espacio de la expresividad motriz al de
la expresividad plástica y gráfica. Este paso favorece el desarrollo de
diferentes niveles de simbolización desde la vía corporal hasta el lenguaje. Es
un recorrido que ayuda a la distanciación emocional ya que las emociones se van
integrando en las imágenes mentales en el proceso de descentración
tónicoemocional.
El dispositivo temporal
incluye un tiempo para la historia
(cuento) que se narra a los/as niños/as después de la expresividad motriz y
antes de la expresividad plástica y gráfica. La historia es un juego dramático
de segurización profunda frente a la angustia de ser destruido/a o
abandonado/a. Una historia que estimule internamente las emociones y que
asegure frente a las angustias por medio del lenguaje. El/la psicomotricista ha
de saber emocionar al grupo, segurizándolo a la vez, antes de pasar con más
motivación a la construcción o al dibujo.
El conjunto de la sesión
de práctica psicomotriz educativa se completa y se enmarca con un ritual de entrada, al inicio, en
el que el/la psicomotricista acoje a los/as niños/as, recuerda las consignas de
funcionamiento: la sala es para jugar y en ella no se puede hacer (ni hacerse)
daño y con un ritual de salida que
cierra la sesión y en el que cada niño/a es identificado/a con su nombre.
El/la
psicomotricista
El/la psicomotricista acoge a cada niño/a y acepta
el placer de repetir los juegos. No actua en lugar del/la niño/a, ni le
estimula, ni tampoco le invade, sino que
le acompaña. Acompañar es interactuar sin invadir.
En práctica psicomotriz
educativa la implicación del/la psicomotricista ha de ser moderada a pesar de
la presión de las demandas de los/as niños/as, porque ha de garantizar la
seguridad material y afectiva de todo el grupo, durante toda la sesión, por
medio de una mirada periférica.
Su actitud permanente
favorece, con flexibilidad, el placer de hacer, de transformar, de jugar y de
crear conjuntamente, como base de la función simbólica y de comunicación y
desarrolla un sentimiento de solicitación de la comunicación entre todo el
grupo.
El/la psicomotricista
dinamiza la comunicación y facilita la resolución de los conflictos que
aparecen en el grupo, hace posible el diálogo y se mantiene firme, si es
necesario, teniendo siempre en cuenta que un conflicto ha de resolverse
estrictamente entre los/as interesados/as y no transformarse en un “juicio
público” ante todo el grupo.
En práctica
psicomotriz no tienen cabida la
culpabilización ni las amenazas, ni siquiera en respuesta a comportamientos que
se puedan vivir como excesivos.
Por el contrario una
actitud comprensiva, con gestos y palabras afectuosos y firmes a la vez han de ser suficientes para
calmar a los/as niños/as, es decir para que evolucionen los conflictos y las
defensas.
La
práctica de ayuda psicomotriz (la terapia psicomotriz)
La
filosofía de la ayuda: “Hacerse cargo”[2]
de la historia del niño expresada en la relación que le ofrecemos, es una buena
metáfora para entender la ayuda desde nuestra concepción. “Hacerse cargo” en contraposición a “cuidar”
(curar el síntoma).
La patología
psicomotriz es el resultado del
fracaso de la integración de las experiencias corporales en el psiquismo,
dentro de una relación (el fracaso de la construcción de los fantasmas de
acción); el entorno se hace imprevisible, caótico y poco maleable y perduran
las angustias arcaicas de pérdida del cuerpo que desestabilizan las funciones
corporales de la vida vegetativa y relacional porque los procesos de
segurización pofunda son deficitarios.
El
objetivo esencial de la ayuda psicomotriz es potenciar el proceso de segurización profunda que, al
ser deficitario, ha impedido que el niño desarrolle sus capacidades de
simbolización, incluso las más elementales, por la vía corporal. La regresión
dinámica a través de juegos segurización profunda y de la movilización
tónicoemocional que los acompaña es la estrategia fundamental de la ayuda
psicomotriz terapéutica.
El trabajo con los padres : Ante todo es necesario trabajar, explicitar e incluso reformular la demanda con los padres para tener la seguridad que se ha entendido y asumido el sentido de la intervención terapéutica. La claridad del “setting” en la ayuda psicomotriz puede contener, por lo menos inicialmente, la angustia de los niños/as y también de su entorno.
Es evidente que los
padres de un/a niño/a con dificultades en su evolución sufren sin poderlo
expresar, por esto es necesario intentar que las relaciones con las personas
del entorno del paciente (padres, hermanos, educadores...) sean muy claras.
Hablando y escuchando
con autenticidad se puede instaurar el clima de confianza necesario para
iniciar un proceso terapéutico: definir claramente los objetivos que nos
proponemos alcanzar, el “espíritu” y la filosofía de nuestro trabajo (una
dinámica de placer, de acción, de juego y de representación) con palabras
sencillas y asequibles, dejándo siempre la posibilidad de decir NO a la ayuda
que se les ofrece, porque la aceptación, el SÍ, sólo tiene sentido cuando la
persona se siente emocionalmente libre para decir NO.
La confianza de los que
han demandado la ayuda para el/la niño/a se ha de merecer, es evidente que no
se puede decretar, simplemente se va instaurando y para conseguirla no se puede
intentar manipular dando “consejos educativos” que sólo servirían para
descargarles de su capacidad de responsabilización y por tanto de tomar decisiones
como “sujetos”.
En la relación del/la
psicomotricista con los padres y con los/as maestros/as el objetivo es ofrecer un espacio de escucha atenta, de
relación confiada, que permite hacer conscientes las elecciones, las actitudes,
las dificultades y también los éxitos y que se pueda hablar de todo ello con la
emoción que supone facilitando su colaboración (indispensable para la
intervención con el niño/a).
Con algunos padres a
veces la escucha puede ser difícil porque están excesivamente implicados en un
sistema complejo de relaciones afectivas con su hijo/a. Se pueden comprender
las dificultades del niño/a en este campo de interacciones perturbadas que les
hacen sufrir a todos y les llevan a reaccionar con unas actitudes de defensa
complejas y contradictorias. Ciertamente los padres sufren pero la función
del/la psicomotricista no es la de ofrecer una ayuda estructurada a los padres
que sólo piden una intervención especializada para su hijo/a y es necesario
derivarles a otros especialistas.
Pero a menudo se
subestima la capacidad de las personas para cambiar por sí mismas cuando se
sienten aceptadas plenamente con sus palabras y con sus emociones. Hemos podido
constatar que esta aceptación les da confianza en sí mismas y modifica su
actitud permitiéndoles evolucionar, lo que repercute muy favorablemente en la
evolución de sus hijos/as. En esto radica la paradoja cuanto menos se intenta
que cambien, lo hacen más fácilmente ya que las resistencias afectivas son
menores. Creemos que las personas tienen la capacidad de cambiar por sí
mismas siempre que se encuentren en un contexto de confianza, de seguridad
afectiva, de libertad de expresión y de mediación ajustado a la persona.
Es necesaria una observación interactiva del/a niño/a en
relación con el/la psicomotricista para decidir la intervención por medio de la
ayuda psicomotriz. Consiste en observar durante la interacción terapeuta
-niño/a sus capacidades de segurización profunda, sus posibilidades de
modificación tónicoemocional y sus capacidades de simbolización por la vía
corporal, por mínimas que sean.
El/la
terapeuta durante
el tratamiento de ayuda psicomotriz interacciona con el/la niño/a implicándose
a nivel tónicoemocional y se sitúa con el/la niño/a a un nivel de
funcionamiento arcaico segurizante. La implicación supone la vivencia de
“resonancias tónicoemocionales recíprocas” indispensables para la emergencia de
los fantasmas de acción que no han podido expresarse nunca o para la formación
de los primeros fantasmas de acción que surgirán de las experiencias corporales
vividas en una relación.
El/la terapeuta asume
las identificaciones que el/la niño/a proyecta sobre él/ella y las representa:
es odiado/a (destruido/a, tirado/a, muerto/a) y es amado/a (agarrado/a,
retenido/a, apresado/a, protegido/a, cuiado/a, salvado/a); pero a la vez el/la
terapeuta delimita claramente lo que es de uno (paciente) y del otro
(terapeuta); sabe mantenerse firme, oponiéndose al/la niño/a y es capaz de
decir NO con claridad, lo que es necesario para la dinámica de maduración
psicológica del/la niño/a.
“Ponerse en la piel
del/la niño/a manteniéndose en la propia piel” es una metáfora que ilustra bien
esta relación intensa y necesaria entre el/la terapeuta y el/la niño/a. Esta
condición exige que el/la terapeuta funcione a un nivel arcaico sin dejar de
ser el/la mismo/a: idéntico/a y maleable, transformable.
La maleabilidad
terapeuta que se deja transformar por su paciente, a nivel tónico, postural,
motor y emocional, manteniéndose idéntico/a en su calidad de acompañamiento,
favorece la transformación tónicoemocional del/la niño/a y desbloquea sus
imágenes mentales.
El/la niño/a sólo puede
llegar a construirse si el/la terapeuta comparte con él/ella el placer de jugar
y de comunicarse, por ello es necesario que el/la terapeuta no proyecte
excesivamente los propios afectos de placer a través del movimiento o del
lenguaje.
En resumen, la opción filosófica es clara: se trate de un bebé, de un/a niño/a, de un/a adolescente o de un/a adulto/a cada ser humano es considerado como sujeto que da testimonio de su experiencia única y que ha de ser acogido con todo el respeto. La persona si se siente confíada expresa sus pensamientos y sus emociones. La actitud de escucha favorece la comunicación, permitiendo la distancia y la seguridad necesarias para comprender al otro. Comprender al otro no es considerarle un objeto de análisis intelectual con el que se puede trabajar (ejercer nuestro poder de dominio) para obtener un cambio sino que ante todo es intentar captar el sentido de su testimonio, de su historia profunda, inconsciente, a traves de diversos registros simbólicos manifestados tanto a nivel no verbal como verbal.
Definir esta
actitud con palabras, fuera del contexto
experiencial, parece banal.
Las palabras clave que
se mantienen son “ESCUCHA”, “COMPRENSIÓN”, y “RESPETO”. LA ACTITUD DE ACOGIDA
EMPÁTICA las incluye todas, pero si no se ha experimentado e interiorizado,
sólo recubre una realidad abstracta y desencarnada, sin cuerpo.
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